Debería arreglar esa ventana. Fue lo primero
que pensé al abrir los ojos. Una noche ventosa y un sinfín de golpes que no habían
llegado a despertarme pero si me habían hecho soñar con un sinfín de golpes.
Me
alegré de tener aquel pensamiento tan práctico, tan desprovisto de emociones,
sin ningún tinte sentimental. Pequeño, pero era un paso. Mi cabeza empezaba a
ser capaz de distraerse con algo tan preocupante como una persiana rota.
Mi
padre abrió la puerta de su habitación. Las ocho- pensé-. Era como un reloj.
Media hora en el baño y estaría listo para descargar su batería de preguntas
mañaneras.
Entré
en la cocina y enchufé el exprimidor; tres naranjas del tiempo para completar
el vaso. El zumo muy frío le sienta mal tan temprano.
El
café descafeinado, guardado en un bote de cristal transparente para que no sepa
que es descafeinado. No quiere renunciar a un buen café negro, aun siendo consejo
de su médico. Ni siquiera se ha dado cuenta de que ahora desayuna descafeinado.
Se siente mejor si no le hace caso, y yo le dejo.
Se
niega a ser viejo, pero cada mañana sale al jardín con el pan que ha sobrado
del día anterior y se lo echa a los pájaros.
-Buenos
días, mi niña-. Aparece en la cocina recién afeitado.
-Hola
papá, ¿qué tal has dormido?-. A esa pregunta nunca contesta, ya es pasado.
-Hija
¿Has pensado ya que vamos a comer hoy?, quizás venga tu hermana.
¿Cuánto
pan quieres que traiga?.
Si
sobra pan mi padre se muere, pero si falta se suicida.
El
cálculo del pan es algo que cada mañana me taladra los oídos.
Dio
el primer trago a su zumo y continuó.
-Ayer traje tres barras y sobró una, es una
pena tirar el pan…bueno, se lo comen los pájaros…¿traigo dos, entonces?.
No
dije nada, sabía que sería inútil
-Con dos barras si viene tu hermana con los
niños nos quedamos cortos.
Más cálculos harineros.
-También depende de lo que tengas pensado
hacer. Si haces un guiso de carne con una buena salsa y vienen tus sobrinos ya
sabes que se ponen locos de mojar y dejan toda la mesa llena de migas… mira que
son ruidosos…pero si vas a hacer gazpacho y pollo, lo mismo con dos tenemos. Si no viene
tu hermana, ¿traigo una?. Para ti y para
mi tenemos.
-Sí, papá, trae una de momento -contesté
mientras me servía un café.
-¿No
sería mejor llamar a tu hermana para saber si va a venir?, porque tendría que
subir más carne si vas a hacer el guiso. ¿Quieres que pase por el garaje de
Carmen para traer tomates?. ¿Vas a hacer gazpacho?.
No espera mis respuestas, coge las llaves del
coche y se va a sus compras y quehaceres por el pueblo.
Me siento en el porche con mi taza de café aprovechando
los primeros rayos del sol y recapitulo; mi padre quiere comer gazpacho y pollo,
me lo deja claro. Prefiere que no venga mi hermana y me toca a mí decírselo
porque no piensa ir a comprar más carne y no tiene ganas de niños. Seguro que
no ha dormido bien.
Traerá una barra de pan que se comerá entera porque de
sobra sabe que yo no como pan, pero con suerte
me libraré de la escena de los pajaritos.
-Hola hermana, no sé si ibas a venir hoy pero
papá está cansado y he pensado hacerle una comida ligera y que se eche una
buena siesta. No tenía muy buena cara esta mañana.
- Si, quería ir con los niños, están
deseando ver al abuelo (si, y tu deseando venir a mesa puesta y echar una
siesta mientras papá y yo cuidamos de tus hijos- mal pensé, como siempre). A
papá le vendría bien un poco de tumulto para animarse - insistió mi hermana.
- No, hazme caso, hoy mejor no, que tengas
un buen día.
Colgué
el teléfono.
Me
agota con sus chismes. No quiero que me cuente, una vez más, sus planes para
estas vacaciones y lo agotada que está. En agosto van a hacer un tour por
distintas ciudades europeas con los niños para que se culturicen y después se
escapará unos días con su marido a Grecia, a Santorini concretamente, para
descansar y redescubrirse como pareja, porque es necesario hacerlo, según ella.
¡Y
me lo dice a mí!, que redescubrí a mi pareja con otra en repetidas ocasiones.
A
mí, que sabe que le perdoné una y otra vez hasta que un día ya no me pidió
perdón y se marchó, dejándome con el perdón en la punta de la lengua y la
cuenta bancaria al redescubierto.
A
mí, sabiendo que este verano mis hijos están de crucero con su padre (y la
otra) mientras yo estoy de vía crucis con el mío (y el suyo).
Ojalá
sean abducidos por la puesta de sol de Santorini y les transporten a un lugar
perdido aun no descubierto para que se redescubran en condiciones. Bueno no, que
me tocaría ocuparme de sus hijos…
Entré
de nuevo en casa y me puse con el gazpacho como una autómata.
-Un
kilo de tómate un respiro- suspiré.
-Un me
importa un pepino y un pimiento.
-Un
poco de cebolla…sólo si no me hace llorar.
-Un
poco de aceite de oliva virgen para que me resbale todo, incluso volver a ser virgen.
-Sal,
un poco a divertirte.
-Ajo y
agua.
-¿Nueva
versión del tradicional gazpacho?- preguntó una voz conocida a mi espalda.
-No, es la de siempre-contesté sin perturbarme-,
todo bien triturado hace milagros.
Y hablando de milagros… pensé asustada antes
de girarme.
-Por Dios, mamá, ¡¿Qué demonios haces aquí?!-
grité.
-¿En qué quedamos en Dios o en demonios?.
-Mamá, por Dios… ¿Eres tú?- seguí gritando.
-Mejor Dios, hija, mejor Dios. Al demonio,
gracias a Dios, no le he visto ni de lejos.
Estaba
a punto de desmayarme y mi madre ni se inmutó. Me apoyé en la pared mientras
ella seguía hablando desde la puerta de la cocina.
-Tu padre ha ido a visitarme al cementerio pero
yo me he marchado, ahí le he dejado con sus penas. Con lo callado que ha sido
siempre, ahora se le suelta la lengua delante de mi lápida y no precisamente va
para alegrarme la vida.
-¡Mamá!.
-Bueno, hija, es un decir…
-Mamá, por Dios, que estás muerta- dije
con un hilo de voz.
-Si, por Dios estoy muerta, El lo decidió
y El me ha permitido visitarte hoy. He sido una buena muerta, ¿sabes?. Mi
juicio final no duró más de cinco minutos.
-No bromees con eso…
-Yo también necesitaba un respiro -suspiró.
Tu padre me deprime un poco
-¿Estar muerta no es lo más deprimente,
mamá?- solté esa pregunta arrepintiéndome al segundo.
- No, contestó ella sonriendo, la muerte
libera. Lo que deprime y oprime es ver como tu falta no se supera. He de
reconocer que al principio reconforta sentirte tan querida e imprescindible, fui
una muerta un poco vanidosa al principio,
pero la pena de los tuyos acaba siendo una carga.
- Quiero que pases página -continuó- que
olvides las pérdidas. Estar sola no te obliga a cuidar de tu viejo padre y de
esta casa vieja. Además, no estás sola. Deja de hacer ese gazpacho y haz una
buena crema de espárragos, ¿qué te parece si los usas de la marca “vete a freír”?,
y si son de Australia mejor, para que se vaya a freír más lejos…o de Sudáfrica…¡Vamos
pequeña! .
La sonrisa de mi madre si hacía milagros. Qué
reconfortante era escucharla, estar de nuevo con ella, sentirme protegida.
-Y no cuides tanto a tu padre, te lo pido
por favor-siguió dando órdenes-.
Tira de una vez ese descafeinado y hazle un
café bien cargado todas las mañanas, o dos...Tú no te preocupes, que tengo la
gracia de Dios para llevarle allí conmigo. A mí me hace más falta que a ti.
- ¿Contigo allí?, ¿dónde es allí?- pregunté
horrorizada ante la petición de mi madre de cargarme a mi padre cargando su
café.
- Al más allá, dónde va a ser -contestó ella
.
Cómo
si yo conociera aquel sitio de toda la vida, cuando en vida no se puede conocer
y ella debía saberlo. Mi madre, como siempre, dando las cosas por hechas.
El coche atravesó la puerta del jardín, mi
padre bajó, sacó su compra del maletero y se dirigió cabizbajo hacia la casa.
En la cocina quedó un olor a leche calentita,
el olor de mi madre.
- Al
final sólo he traído una barra de pan- dijo-. Y pude ver su cara de asombro
ante algo imperceptible.
- ¿Has hablado con tu hermana?-. Volvió de
nuevo al mundo.
- Si,
tenía lío en el trabajo y no podía venir.
- Una
pena- contestó.
- El
gazpacho ya está en la nevera y he pensado hacer el pollo a la plancha. ¿Te
apetece, papá?
- Lo
que hagas estará bien.
- Hoy
no he visto a tu madre- dijo, de repente, desde el pasillo.
-¿No has ido al cementerio?- pregunté
disimulando.
-Sí, pero no he sentido su presencia como
siempre, ha sido extraño.
Volvió
sobre sus pasos y apareció de nuevo en la cocina.
-¿A
qué huele aquí?- preguntó.
-A
lo de siempre, supongo-. No sabía que decirle porque olía intensamente a ella y
hasta a mí me perturbaba.
-
Volveré mañana, aunque quizás se haya ido para siempre. ¿Tu crees que eso es
posible?-. Parecía un niño asustado.
-Claro que no, papá, ella siempre te estará
esperando.
Le
abracé con fuerza y le susurré al oído;
-Mamá no está allí, está más cerca, muy
cerca… está más allá.
Y tiré el descafeinado.